Experiencias: Naru

535274_10205759760689419_1863830589633660210_nNo quiero engañar a nadie y hacer un precioso articulo sobre lo bonito que es ser casa de acogida. Prefiero contar mi primera experiencia.

Yo, personalmente, no creo en el Karma, no creo que se valore positivamente a las personas que hacen algo bien, tampoco creo en las fuerzas del universo que hacen que las cosas pasen por algo…

Pues bien, cuando conviví con Naru empecé a creer un poco en todo eso.

Hacía tiempo que colaboraba con APAMA, y quería aprovechar la oportunidad para ser casa de acogida, tenía todo lo que en ese momento creía necesario. Una casa en el campo, un perro de un año que necesitaba hacer amigos y muchísimas ganas. Mi intención era acoger a Drako, un cruce de labrador enfermo de Leishmania que con su mirada me robó el corazón… Pero por cosas del “destino” no pudo ser.

Entonces llegó Naru, un mestizo de “mil leches” y algún perro cuyo tío abuelo por parte de padre había olido de lejos a un pastor Alemán.

Sólo iba a estar una semana y acabó acompañándonos durante un año. Yo desde el primer día quería que se quedara, pero el “destino” me recordaba constantemente que no podía ser.

Naru era uno más en la familia, estaba tan hermanado con Boikot (mi perro) que todo el mundo pensaba que se habían criado juntos, era un perro noble, cariñoso y una niñera espectacular. Tenía la tranquilidad que necesitábamos.

Naru llegó siendo un perro cuyo único contacto humano habían sido las palizas que le propinaba el dueño del solar en el que se encontraba, lo que hacia que temblara y babeara al escuchar ruidos fuertes o simplemente verme barrer. Era un busca vidas, tenía una habilidad innata para trepar, saltar y encontrar comida. Me costó un montón que se acostumbrara a vivir dentro de casa sin comerse el sofá, que se comiera el pienso (imagino que nunca lo había probado) o que paseara con correa sin tumbarse a descansar al segundo paso.

En cambio no me costó nada que aprendiera a hacer sus necesidades fuera o que no se subiese encima de la gente. Curioso, porque la gente que tiene niños suelen decir que prefieren un cachorro para que se acostumbre a la familia, cuando es mucho más fácil que lo haga un adulto.

El momento más difícil fue el día que tuvo que irse a otro hogar de acogida, por motivos que no quiero escribir, y que se escapaban de mi fuerza. Fue en navidad del año pasado, y yo no paraba de llorar de pensar que ya no estaba conmigo, que ya había agotado todas las posibilidades de que fuese mi compañero y tampoco había cumplido con el objetivo de buscarle una buena familia y lo pasé realmente mal.

Pero el “universo conspiró”, o eso me dijo su adoptante, y por una serie casualidades, conocí a la familia perfecta para Naru, no voy a decir sus nombres por privacidad, solo que desde el primer momento que cruzaron la mirada yo ya supe que había encontrado su hogar (punto para el destino).

Estoy segura que todos hasta aquí seguís pensando que ser casa de acogida es duro, que no podrías estar en mi situación sin quedaros con el animal sin realmente darle todo lo que necesita… Pero acabas siendo justo, acabas comprendiendo que un perro no necesita espacio o ganas… Necesita tiempo y cariño. La satisfacción de luchar por cambiar su vida o el recuerdo de los momentos vividos llena mucho más, que yo tenía más de Naru, que lo que Naru se llevaba de mí y sin lugar a dudad, tengo mucho que agradecerle.

Decía Victor Hugo, que “la melancolía es la felicidad de estar triste”, y estaba en lo cierto, me da pena que no esté en mi vida, pero me siento feliz de tener estos recuerdos.

Después de esta experiencia tardé casi un año en volver a hacer de acogida de larga duración, esta vez sin espacio… Pero esta será otra historia.

De Tebas

5 comentarios en “Experiencias: Naru

  1. De mayor quiero ser como tú. Pero aún soy pequeña para eso,mejor que tú no sabes nadie que es casa de acogida, todo en esta vida tiene post y contras pero lo que siempre nos quedará son los recuerdos y esa sonrisa que nos sale.

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  2. Yo cada vez llevo peor que se vayan adoptados, siempre estás con el sustillo en el cuerpo, ¿serán los adecuados? ¿ estará bien? ¿se sentirá abandonado? Y mil cosas más que pasan por mi cabeza, pero no podemos quedarnos con todos, cada uno que se va adoptado deja espacio para ayudar a otro.

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